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Nada puede ya faltarme

1

Nada puede ya faltarme, porque Dios mis pasos guía
a la tierra saludable, en divinos frutos rica.
Dulce néctar de reposo son sus aguas cristalinas;
ellas dan salud al alma y la llenan de delicias.

2

Por la senda me conduce confortando el alma mía,
por amor a su gran nombre, fuente viva de justicia.
Cuando el tenebroso valle cruce de la muerte fría,
no tendré temor alguno siendo Dios el que me guía.

3

Con su vara y su cayado me dará consuelo y vida,
y ante los que me persiguen mesa me pondrá, surtida.
Con el bálsamo divino da alivio a toda herida,
y rebosa ya la copa que me colma de alegría.

4

La misericordia santa seguirá la senda mía,
y de Dios en las mansiones moraré por largos días.
Nada puede ya faltarme porque Dios mis pasos guía;
él es mi Pastor amante, con ternura, fiel me cuida.

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